En Londres y sin mi vibrador - Historia Erótica.

Llegué a Londres hace 6 semanas, y aún no conozco mucha gente. La verdad que el clima de la ciudad es frío, la gente no sonríe mucho y además sí, no deja de llover.

Al menos las posibilidades de empezar una nueva aventura profesional aún me mantenían motivada. Mi rutina se basaba en levantarme, ir a trabajar, gimnasio o compra y a casa. Así habían pasado los días y ni si quiera había sacado todavía de la maleta el vibrador…

Con todo el ajetreo de cambio de país, más acostumbrarme al lugar, ¡no me había dado tiempo a masturbarme! Y ni si quiera me había dado cuenta de que habían pasado tantas semanas.

vibrador

Era el momento de cambiar esta situación.

Me levanté del sofá, fui hasta la habitación y abrí la maleta. Allí no había nada. No podía ser, ¡había olvidado mi vibrador! Y lo peor de todo, es que estaría en casa de mi familia con el resto de cosas que aún tenían que mandarme por mensajería. No era el objeto más adecuado para llamar a tu familia y pedir que te lo envíe en un paquete exprés.

Era domingo, así que no tenía la posibilidad de ir a comprar ninguno nuevo. Pensé por un momento en qué podía hacer, y segundos más tarde allí estaba, descargando la típica aplicación de ligues por Internet.

Yo, que siempre había huido de estas cosas. Mi amiga Patricia la utilizaba muy a menudo, y casi siempre para un polvo de una noche, así que cubriría todas mis necesidades. Había que analizar el mercado, quizás en Londres la gente era más reacia a este tipo de cosas a la primera.

Eran las 4 de la tarde, si quería que pasase algo ese mismo día, debía tener una estrategia, y que fuese efectiva.

Rellené mi perfil, escogí un par de fotos que tenía de las últimas vacaciones, de esas con sombrero y gafas de sol, y otra de espaldas. No tenía ganas de exponerme mucho.

Y bum, ya estaba dentro.

Este sí, esta también, uuuhh este no que tiene cara de serio…. Bueno, 5 minutos eligiendo, como la que escogía gominolas en el quiosco de pequeña, y ahora, a ver quién responde.

La tarde se tornaba positiva, de estar sola con mi juguetito, podía pasar a estar en los brazos de alguien y darme un buen revolcón, o eso esperaba.

app citas

Primera notificación.

Veinte minutos más tarde allí estaba, el primer mensaje. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Nunca había hecho algo así. A mis 32 años ya era el momento.

“Hola guapa, ¿cómo estás? Sorry I don’t speak Spanish really well, but I can try.”

Un buen comienzo, unas palabritas en español para romper el hielo. ¿Y ahora que se suponía que tenía que contestar?

Miré sus fotografías. Sus ojos, una en la montaña de vacaciones y de lejos y otra de espaldas frente al mar. Ella si que había sido cauta, podía intuir poco con el resto de fotos, así que decidí preguntarle un poco más sobre ella misma. Sería un buen comienzo.

Le pregunté que por qué no tenía más fotografías, que si era porque también era nueva en la app. Me contó que aunque hacia tiempo que la tenía instalada, no le prestaba mucha atención y que hoy al ver mi notificación decidió contestarme.

A partir de ahí empezamos a preguntarnos las típicas cosas para conocer a una persona: de dónde éramos, qué hacíamos con nuestra vida… Y de repente, la conversación cambió abruptamente: “tu culo me fascina”.

¿Mi culo? Si sólo tenía una fotografía de espaldas. Es cierto que llevaba pantalón corto y no podía quejarme, estaba en buena forma física, pero quizás era un cumplido demasiado exagerado para lo poco que mostraba.

Me quedé sorprendida y no sabía qué mas decirle, así que Shan (que así se llamaba), aprovechó para seguir la conversación de una manera muy interesante.

Empezó a decirme lo que intuía de mi cuerpo por sólo esas dos fotografías y empezó a describir todo los pasos que le gustaría ir dando:

La verdad es que me había fijado en la silueta de tu cuerpo desde que me llegó la notificación de tu mensaje. Creo que esos pantalones dan lugar a que me imagine muchas cosas. 
No sé si tu crees que es demasiado, pero me encantaría verte sin ellos puestos.
Además, tus labios carnosos tienen que saber deliciosos. Sería genial poder probarlos mientras paso mi mano por tus caderas hasta agarrar tu culo…

No sabía ni qué decir, ni qué hacer. Ya llevábamos más de media hora chateando y nos estábamos riendo, quizás Shan pensó que era la hora de ver hacia donde iba esto. Después de todo, yo también buscaba lo mismo.

chica en el sofá con móvil

Le eché valor y contesté:

- ¿Y qué te impide hacerlo?

Shan ,en ese momento, completó la frase y dijo todo lo que yo necesitaba leer:

- Los kilómetros que hay entre tu casa y la mía, ¿te vienes?

Hacía una hora que mi consolador me había fallado, y ahora tenía la posibilidad de estar con Shan. Tenía que hacerlo. Londres tenía que darme mucho más que días lluviosos. Quizás Shan era lo que me esperaba en esta ciudad.

Dude unos segundos… Los suficientes para quizás hacerle pensar a ella que había ido demasiado rápido. Y añadió:

- Si lo prefieres podemos tomar algo antes, y luego si sigues interesada puedes venir a mi casa igualmente.

Era el plan perfecto, siempre hay que tener una puerta de escape. Siempre he sido muy escéptica a este tipo de encuentros, por lo que tener la oportunidad de un plan b era todo lo que necesitaba.

Contesté: “OK!

Shan a los pocos segundos me envío una ubicación y me dijo que estuviese allí en 90 minutos y desapareció del chat.

¿90 minutos? ¡Y yo aún en modo pijama de domingo!

vista general de bar

¿Domingo de antiguas conocidas?

Saqué corriendo mis mejores galas, una ducha y algo de maquillaje, tampoco mucho, no quería aparentar ser alguien que no era en mi día a día.

Cogí mi mochila y salí corriendo. Una de las cosas que tiene Londres es que no es que se tarde precisamente poco a los sitios.

Me recorrí media ciudad, intentando no morderme las uñas de los nervios. Sólo pensaba en las últimas frases que me había dicho, y ya me sentía excitada.

Llegué al lugar, “Bar Street 29”. Un lugar moderno pero bastante íntimo. Shan tenía estilo.

Entré y nada más pasar la puerta, vi a alguien que movía su mano desde el fondo. No sabía si era Shan, con las prisas había olvidado ponerme las lentillas y de lejos no veía nada.

Anduve algunos metros siguiendo aquel movimiento de mano y al llegar no me dio tiempo más que a escuchar “Clara siéntate soy Shan”.

¿Cómo sabía mi nombre? Yo sólo había incluido mi mote en el perfil.

¿Me conocía?